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México y su política internacional

La Doctrina Estrada y su efecto en la política internacional de México

Históricamente México ha sido identificado en los asuntos de política internacional por su llamada “Doctrina Estrada”, es decir, lo que se conoce como el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos.

Es en el año de 1930 que el Canciller mexicano Genaro Estrada fija la posición del país a partir de diversos cambios de gobierno en América del Sur. Básicamente su tesis sostiene que México se abstendrá de otorgar reconocimiento alguno a gobiernos que asuman de facto el poder en sus respectivas naciones, por lo tanto, no calificará ni en sentido positivo o negativo el derecho que tienen los pueblos para cambiar libremente a sus autoridades.

Dicha Doctrina obedeció a las circunstancias políticas que nuestro país y el mundo vivían en aquella época, particularmente América Latina ante un vecino poderoso como Estados Unidos, en camino de convertirse en la potencia hegemónica, y habiendo vivido México la intervención directa del gobierno de esa nación en nuestros asuntos internos durante el período convulso de la Revolución, así como en la etapa posterior para garantizar los intereses económicos norteamericanos.

Por otro lado, es pertinente recordar que en el caso de México la Doctrina Estrada sirvió como un escudo y una justificación del régimen autoritario que padeció nuestro país durante la mayor parte del siglo XX, para que en el exterior no se cuestionarán las arbitrariedades, las violaciones a los derechos humanos, la corrupción e impunidad sistémicas y las malas gestiones de los gobiernos postrevolucionarios que en diversas ocasiones desembocaron en graves crisis económicas, políticas y sociales que pusieron al borde del colapso a la nación.

Los principios de la Doctrina Estrada han guiado la política internacional de nuestro país desde su elaboración por el Secretario de Relaciones Exteriores Estrada hasta nuestros días, con un viraje durante el período 2000-2012, época en que gobernó el Partido Acción Nacional y que se buscó tener una participación más activa en asuntos internacionales y foros multilaterales, como por ejemplo durante el gobierno de Vicente Fox (2000-2006), al haber participado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, manteniendo una postura contra la intervención de Estados Unidos en Irak, o durante la administración de Felipe Calderón, el conflicto diplomático con Francia por el asunto Florence Cassez, que llevó al cierre por parte de nuestro país de las actividades culturales “El año de México en Francia”.

Como hemos señalado, los principios de la Doctrina Estrada continúan vigentes en la actualidad, independientemente del gobierno en turno. La administración actual repetidamente ha señalado que en materia de política exterior se apegará al principio de no involucramiento en los asuntos internos de otros países. No obstante, en la realidad, el gobierno se ha plegado a los intereses de Estados Unidos particularmente en materia migratoria, haciendo nuestros cuerpos de seguridad una labor de contención en la frontera sur de nuestro país de los miles de migrantes que intentan cruzar el territorio mexicano para llegar a establecerse en la unión americana, lo anterior, como consecuencia de las amenazas que en su momento lanzó la administración Trump de que en caso de no cooperar, se impondrían aranceles a las mercancías mexicanas,.

Asimismo, otro punto a tener en cuenta y que contradice el discurso oficial, es el apoyo que ha expresado el Ejecutivo Federal a dictaduras como la cubana y la venezolana, resistiéndose a condenar las flagrantes y constantes violaciones de los derechos humanos de sus ciudadanos, argumentando, en este tema específico, el principio de la No Intervención.

Es incuestionable el derecho de todo pueblo a tener la forma de gobierno que más le convenga sin intromisiones se traduce en la no intervención en los asuntos internos de otros Estados, absteniéndose de calificar la legitimidad o ilegitimidad del ascenso al poder de un grupo determinado, así sea por medios violentos, correspondiendo dicha facultad en exclusiva al pueblo de esa nación, ya que esto constituye la esencia de la soberanía de los países como integrantes de pleno derecho de la comunidad internacional.

Así como México respondió en su momento a las circunstancias que le tocó vivir, y sin que se aleje de la Doctrina que le dio argumentos para tener una voz frente a otras naciones, es momento de que proponga mecanismos novedosos y efectivos de cooperación y de salvaguarda y protección de los distintos miembros de la comunidad internacional, teniendo como centro el respeto a los derechos humanos de todos los pueblos.

En la sociedad del siglo XXI, interconectada en tiempo real e irreversiblemente globalizada en lo económico, político, social y cultural, se debe de buscar un balance entre el derecho innegable de todas las naciones a su libre autodeterminación, con las consecuencias y riesgos para la comunidad regional o internacional de las decisiones tomadas por grupos de poder o gobiernos locales autoritarios e irresponsables, que pueden provocar crisis humanitarias, sanitarias, climáticas o, incluso, de seguridad, afectando con ello no solo a sus vecinos, sino con el potencial de un impacto planetario.